Nosotros debemos permitir que Dios nos haga aptos de entrar al cielo por medio de su gracia. Allí no entrará nada impuro, así que debe ser nuestra sincera oración que Dios nos purifique para llegar a estar preparados para el cielo.
En cierta ocasión un joyero estaba dándole calor a su oro. Él revolvería el líquido con su cucharón y sacaba las impurezas que flotaban en la superficie. Alguien le preguntó cómo él sabía cuando su producto estaba puro.
Él contestó: "Cuando puedo ver claramente mi reflejo en la superficie"
El método de Dios por lo general no consiste en un solo calentamiento y luego quedamos puros. Se requiere de varios calentamientos para llevarnos a niveles más altos.
Es reconfortante saber que nada nos sobrevendrá que nuestro Señor no haya experimentado antes que nosotros. Tengamos una actitud positiva ante las pruebas que se presenten en nuestras vidas. Ellas son para nuestro bienestar eterno.
Fuente: Kenton Martin, Junto a Aguas de Reposo
No entrará en ella ninguna cosa inmunda. Apocalipsis 21:27